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29 febrero, 2016

Libélula azul | Blue dragonfly

A María Isabel Machín García

Mucho de irrealidad hay en la nada,
de levedad, de nunca, de quimera,
de escaso, de fantástico, de engaño,
de lo que suma y en el fondo resta.
Mucho de inmaterial, mucho de sueños
y un tanto más que no alcanzó la idea,
mucho de exiguo, de ilusión, de nadie,
de no estar, de no ser, de lo que fuera.

Si mudo el corazón, la voz descalza;
si oleaje la razón, viento la vela,
y nada alcanza, y nada es suficiente,
y nada vence la intrincada senda
aunque sea perpetua la alegría
y grande y honda y tanta la tristeza.

Invoco tarde el nombre de la nada...
Temprano al sol, bajo la tarde muerta,
una lágrima rueda en mi mejilla,
se torna mineral y me sustenta.
Lanza un grito de sal, abre la boca,
lloran las manos, la emoción despierta,
todo fenece y sin mediar palabras
resucita en el fuego como yesca.

¡Ay, libélula azul, ojos tristones,
los dos tenemos alma de poeta!
No podemos sumirnos en la nada
si el verso abriga la ternura inquieta.
Tú tienes la nostalgia de las rosas,
yo de la soledad su amarga huella,
tú el pálido semblante del dolor,
yo el rubor indeleble de la espera.​



© ELHI DELSUE

14 febrero, 2016

La abadía del mal | The Abbey of Evil

Abadía de «Il nome della rosa» de Jean-Jacques Annaud
Película inspirada en la novela homónima de Humberto Eco.


No fue si no hasta despuntar el alba
que la abadía se quedó en silencio…
Yo buscaba el perdón
hurgando entre las páginas
de un libro por los siglos polvoriento,
lejos de los apóstatas de Dios.

Eunucos del amor, monjes inmundos,
esclavos de la carne y el sadismo,
demonios sin nombrar
que por falsos e impuros
despreciaron la gracia de su Cristo
y hollaron como cerdos Verbo y sal.

El altar profanaron y sus claustros
convirtieron en nichos de ignominia.
El pan de la liturgia
en el vino sagrado
amargó como hiel sus lenguas cínicas
y les trocó el olvido en sepultura.

Por ver el sol, dejé mi dormitorio.
Lo encontré junto al viento en los molinos...
Me acerqué hasta la era
que hay detrás de los hornos
y en el aire las cáscaras de trigo
parecían luciérnagas ya muertas.

Era sola y siniestra la abadía,
como una lápida al final de un risco,
como una piedra rota
sobre la piedra misma,
mas en su corazón y en sus pasillos
brillaba el mal como una extraña joya…



ELHI DELSUE

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