Quise ahogarla de sed, vestirla de remiendos,
quemar en una hoguera su sonrisa de luna,
arrancarle los ojos, clavarla con silencios,
ponerle una diadema de espinas de amargura.
Quise cortar sus alas, volverla sal, sumirme
en el no ser, odiarla, renunciar a su abrazo
y no esperarla nunca sin saber qué decirle
ni redimir su nombre del olvido y el fango.
Deseché no sé cuántas reliquias del intento,
apagué tantas lámparas, rebujé tantas hojas
y morí tantas veces que no sé ni recuerdo
cómo llegué a saber la lengua de las sombras.
Quise amansar la idea y desobedecerla,
morder la comisura de las horas del verso,
reventar su burbuja de viento y azucena,
devolverla a la tierra, contarla entre mis muertos.
Pero ella siempre vuelve... Su imperturbable llama
crece como una espada de luz en mi cabeza,
como un beso inmortal su mirada sagrada,
como una llaga viva su caricia en mi diestra.
ELHI DELSUE