"No puede hallarse poesía en ningún lado cuando no se lleva dentro".
(Joseph Joubert. Moralista y ensayista francés)
Las aves ya no trinan en tu ausencia,
llora el turpial, se enluta el arrendajo,
no se inmuta la palma con la brisa
y de nimbos el cielo se aborrasca.
No cubre la mañana el arestín,
el manantial no riega los moriches
ni nutre con sus aguas sus raíces;
se desgrana el dorado araguaney,
lividece la tez de las cayenas
y el múrice sutil de las violetas.
El paisaje es un tríptico de grises
donde duerme latente la belleza
y el bálsamo oloroso del mastranto
tiene aliento de légamo y pantano.
Nada es igual... paréceme tan triste
desandar esta senda ya trillada
sin escuchar tu voz de campanario.
¡Hay una inmensa soledad de llano!
y la inquietud que hiere y me desvela
desvencija el horcón de la ansiedad.
La tarde es un presagio que desciende
como un telón de nubes sin encajes
y un médano esparcido por el viento
ciega mis ojos lerdos por la espera.
Luego cae la noche con sus sombras,
restallan las cigarras y los grillos
atolondran la paz de los rincones.
Tu nombre reverbera en mi memoria,
mientras beso tus labios y tus manos
y tú me besas todo el pensamiento
y el corazón doliente me consuelas.
Hoy, a pesar de toda esta tristeza
y del desasosiego que me abruma,
siempre acudes a mí, siempre me miras
con tus ojos colmados de piedad…
llora el turpial, se enluta el arrendajo,
no se inmuta la palma con la brisa
y de nimbos el cielo se aborrasca.
No cubre la mañana el arestín,
el manantial no riega los moriches
ni nutre con sus aguas sus raíces;
se desgrana el dorado araguaney,
lividece la tez de las cayenas
y el múrice sutil de las violetas.
El paisaje es un tríptico de grises
donde duerme latente la belleza
y el bálsamo oloroso del mastranto
tiene aliento de légamo y pantano.
Nada es igual... paréceme tan triste
desandar esta senda ya trillada
sin escuchar tu voz de campanario.
¡Hay una inmensa soledad de llano!
y la inquietud que hiere y me desvela
desvencija el horcón de la ansiedad.
La tarde es un presagio que desciende
como un telón de nubes sin encajes
y un médano esparcido por el viento
ciega mis ojos lerdos por la espera.
Luego cae la noche con sus sombras,
restallan las cigarras y los grillos
atolondran la paz de los rincones.
Tu nombre reverbera en mi memoria,
mientras beso tus labios y tus manos
y tú me besas todo el pensamiento
y el corazón doliente me consuelas.
Hoy, a pesar de toda esta tristeza
y del desasosiego que me abruma,
siempre acudes a mí, siempre me miras
con tus ojos colmados de piedad…
ELHI DELSUE
24.08.2012
Hermoso, apasionado poema, Elhi. Y gracias por tus cálidas palabras, que tanto aprecio.
ResponderEliminarUn abrazo desde Madrid.
Muy bueno este endecasílabo Elhi, un sentimiento profundo que queda por la ausencia de lo que se sigue queriendo, buena historia desde principio al fin, un placer haberlo leído y deleitarme con tu maestría.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.