Al paladar del cielo te sujeta
un ingrávido hilo de misterio...
Fulges desde tu trono, formidable,
derramando en lo eterno
tus pupilas argénteas
y lamiendo las llagas insanables
de una paz moribunda.
De mortandad y sangre se ha teñido
tu plateada saya; tus rodillas
hincáronse en los fosos y trincheras
donde la guerra hendió
su horrenda dentellada
de muerte y de miseria.
Fusiles y metrallas
escarban las entrañas de este averno,
mientras tú, como madre bondadosa,
dos denarios de plata luminosa
pones sobre los ojos
de tus hijos caídos.
¡Cuántos cánticos!, ¡Cuántas alabanzas!
nacerán esta noche de los labios
de soldados que en medio del fragor
maldecirán sus balas
para hacerse poetas
y buscarán el cálido sustento
de tus manos de pan y de cebolla
apaciguando el hambre de la tierra…
27.10.2012
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