No hay salmo que exorcice este espíritu inmundo
que me mira con ojos de efigie invulnerable
y me muestra su voz crujiendo en las escarpias...
No hay beso ni palabra que doblegue el temor
de sentirme tan solo, friolento y desnudo,
como aquella mañana que emergí victorioso
del vientre luminoso y dulce de mi madre.
No preguntes a nadie de quién son esas cruces
que hallaste germinando en medio del camino.
No lustres ni martilles el bronce enmohecido
del viejo campanario que ensordece mi alma.
No hay Neruda que ablande esta melancolía
no hay canción de Serrat, de Milanés o Silvio,
no hay un Corintios 13, ni nada que me inspire
y la delgada voz del ángel de mi guarda
es solo el croscitar de un manojo de cuervos
horrendos y sombríos desovando silencios.
23.02.2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario