Según las investigaciones del historiador venezolano
Jorge Mier Hoffman,
entre los manuscritos atribuidos a Bolívar, está una de las más
hermosas cartas que alguien haya escrito, cuya destinataria era su
lejana prima
Fanny Du Villars. Dicha misiva es ardorosamente encantadora, llena de ternura y galanura, de un donoso estilo cargado de romanticismo.
Permítanme entonces, hacerle llegar esta carta antológica, que ha sido
ya declarada como apócrifa, como testimonio preclaro del mejor
epistolado, ahora en versos endecasílabos.
Tomado del blog del Prof. Enmanuel González, «La historia amena»
http://emplugones.blogspot.com/2011/04/bolivar-don-juanesco.html
y del libro «LA CARTA QUE CAMBIARÁ LA HISTORIA», del escritor venezolano Jorge Mier Hoffman.
CARTA DE BOLÍVAR
A FANNY DU VILLARS
(Paráfrasis libre en endecasílabos silvestres de una epístola apócrifa del Libertador)
Querida prima...
¿Te extrañará que piense aún en ti
encontrándome al borde del sepulcro?...
Ya la última aurora me ha llegado;
tengo al frente el Caribe azul y plata,
agitado lo mismo que mi alma
por profundas y grandes tempestades.
A mi espalda, se alza el gigantesco
macizo de la sierra con sus picos
viejos y coronados por la nieve
de impoluto color de mis ensueños.
Por sobre mí, el cielo más radiante
de la América. ¡Oh, cuánta belleza
hay en su indescriptible sinfonía!
¡Qué derroche de luz y de colores!
Y tú sigues conmigo cuando todos
me abandonan; tú siempre estás conmigo
en los débiles pulsos de la vida
y en el postrer fulgor de la conciencia.
Adiós, Fanny. Esta carta que está llena
de signos vacilantes hoy la escribe
la misma mano que estrechó la tuya
en las horas de amor y de esperanza,
aquélla victoriosa que encendiera
el relámpago en todos los cañones
de Boyacá, Pichincha y Carabobo;
la que firmó el Decreto de Trujillo
y el célebre Discurso de Angostura.
Probablemente no la reconozcas:
tampoco yo la reconocería,
si la muerte no hubiera señalado
con su dedo infinito y despiadado,
la realidad de este supremo instante.
Si muerto hubiera yo sobre los campos
de batalla enfrentando al enemigo,
te daría mis glorias, las que vi
a tu lado soñando enamorado
en los lampos de un sol primaveral.
Pero muero, proscrito y miserable,
detestado por todos los que un día
gozaron mis favores. Muero víctima
de este inmenso dolor que no se sacia
y, presa de infinitas amarguras,
en recuerdo te dejo mis tristezas
y estas lágrimas vivas que jamás
cayeron de las fuentes de mis ojos.
¿No es digna de tu gloria tal ofrenda?
Estuviste con mi alma en el peligro,
conmigo presidiste los Consejos
de Gobierno, mis triunfos fueron tuyos,
mis reveses, mi amor, mi pensamiento
y el dolor de mi pena y mi final.
En las noches, al pie del Magdalena
vi mil veces la góndola de Byron
recorrer los canales de Venecia;
iban en ella grandes hermosuras,
pero no estabas tú, porque flotabas
en las mansas corrientes de mi alma
mecida por las níveas castidades.
Al tiempo de los grandes desengaños,
al tiempo de las íntimas congojas,
apareces enfrente de mis ojos
moribundos portando los hechizos
que da la juventud y la fortuna;
me miras y en tus ojos arde el fuego
de volcanes; me hablas y en tu voz
escucho los clarines inmortales
de Ayacucho, Junín y Bomboná.
Adiós, Fanny, ya todo ha terminado:
Juventud, ilusiones y alegrías
se hunden en la nada, sólo quedas
tú como una ilusión angelical,
apoderándote del infinito.
Me tocó la misión de ser relámpago:
rasgar solo un instante la tiniebla,
fulgurar levemente en el abismo
y tornar a perderme en el vacío.
Bolívar.
Santa Marta, 6 de diciembre de 1830.
02.10.2012